Ayer me pronosticaron conjuntivitis. Sí, estoy
usando el verbo correcto, porque el pronóstico fue anterior al diagnóstico de
un médico. Me desperté con un ojo como una salchicha, y toda persona que fue
participada de mi dolencia me dijo que seguro era conjuntivitis. Decidí ir a
una guardia, y comprobé que todos habían estado equivocados. En realidad, tenía
una inflamación espantosa, que desapareció después de una intervención química
sin mayores inconvenientes. Cuando salí de la guardia, me sentí desilusionada.
Yo nunca tuve conjuntivitis. No es que quiera tenerla pero era una condición
que para mí iba rodeada de un halo misterioso.
Cuando yo estaba en el jardín, pensaba que
tener conjuntivitis te dejaba bizca. Me acuerdo de escuchar en el jardín
“Fulanita no vino porque tiene conjuntivitis”, y esperar ansiosa su vuelta a la
escuela para ver cuán bizca había quedado. Entre el misterio semántico y la
imposibilidad de contagiármela todos
estos años, la conjuntivitis siempre tuvo para mí un tinte defraudador. Ni
hablar de mi desencanto al ver que Fulanita volvió con los ojos derechos a
pesar de haber tenido conjuntivitis.
¿Y por qué yo me emperraba en querer creer
semejante sandez, en vez de preguntarle a un mayor? Porque mi verdad bastaba,
al parecer, aunque sólo contara con pruebas insuficientes. Evidentemente, este
berretín residía en el placer de haber intuido un significado y descubrir que
estaba en lo cierto. No tengo muchos recuerdos de que esto hay pasado, pero sí
todo lo contrario. Es decir, ir por la vida blandiendo significados erróneos.
Orgullosamente, porque era mi lucha personal haber mantenido ese vínculo
semántico tan particular como contraproducente para una comunicación eficaz.
Sin mencionar la perplejidad de ser dejada en evidencia. Y es ahí donde la raíz
de los neologismos que comparto con mis amigas se encuentra, y también la
capacidad que tenemos en defenderlos y sostenerlos. ¿Por qué no pueden las
palabras ser remixadas y reversionadas varias veces, como Let it Be? Casos como
amenizar, arrimanar, etc. Igualmente, amén de la desilusión, me alegro de que
no haya sido conjuntivitis.