jueves, 10 de mayo de 2012

Burum Bum Bum

Horas más tarde después, yo no sé si siento tristeza por la muerte de Caloi. "¡Insensible! ¡Bestia!", estarán pensando ustedes. ¿Qué puedo llegar a tener en contra de este humorista que rayó lo surreal y lo futbolístico de manera tan sutíl y que causaba gracia con sólo lo pueril que podían llegar a considerarse sus dibujos? Un hombre que supo retratar relaciones interhumanas fallidas o idílicas gracias a juegos de palabras y sin aburrir con politiquerías indignantes. Sin mencionar al inolvidable Clemente, un animalejo sin manos, con ojos saltones y cuerpo a rayas. Lo recuerdo oscilante sobre dos pies amarillos, con la voz ronca y un acompañamiento musical tétrico. Y también recuerdo un personaje de la misma serie que me marcó de una manera cruel.
En el año 1982, hubo un mundial en el que la nación Camerún clasificó. Aparentemente, este hecho tuvo gran repecusión porque el señor Caloi decidió crear un personaje oriundo de ese estado. Era un Clemente negro, con un hueso en la cabeza, y era uno solo. No voy a poner una foto, porque tengo asuntos psíquicos que resolver aún. Después de 3 décadas comprendo el chiste. ¿Cuántos hinchas tiene Camerún? Uno solo. Ja. El personaje tomó popularidad y se integró al elenco estable de los micros de Clemente que aparecían sin aviso y al azar durante los cortes comerciales.
Este personaje tenía una canción. Nunca hablaba. Cantaba con voz gruesa y con un acompañamiento de tambores. Bastante racista también. Era algo que para mí a los 2 ó 3 años resultaba horrorizante más allá de la imaginación. Cada vez que siquiera oía la voz del Hincha de Camerún, lloraba, gritaba y salía corriendo como si el propio Satán me hubera venido a buscar. Y no sólo eso. Tenía pesadillas que hasta el día de hoy me pregunto si no fueron verdad. En esas pesadillas, el Hincha de Camerún tenía el poder de aparecer en mi habitación, transformar mi cuarto, secuestrar a mis papás, y sacarme el habla. Satán habria hecho mucho menos que eso. Cuando me mudé de mi primera casa, pensé que lo había dejado atrás, pero le seguí temiendo en la segunda casa donde viví con mi familia. Por un mecanismo podrido de la mente humana, mi temor infantil se proyectó, solidificó y perduró en un personje del señor Caloi. Por años. Espero, señor Caloi, que pueda descansar en paz.

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